Desaceleración y política económica

Los últimos registros del Imacec: 0,4% negativo en octubre y 0,8% en noviembre, confirman que la desaceleración de la  economía se ha acentuado. En efecto, el nivel del Imacec desestacionalizado a noviembre es menor que en diciembre de 2015 en 0,2%; en términos de tasa de crecimiento, a mediados de 2016 registraba un 2,1% y en el trimestre móvil terminado en noviembre se reduce a 0,6%. La debilidad de la economía se manifiesta tanto en la actividad minera como no minera; el Imacec no minero ha visto reducir su tasa de crecimiento desde 2,5% en mayo a 0,9% en el trimestre móvil terminado en noviembre. En el año, el crecimiento alcanzaría un magro 1,5%.

Transcurridos ya tres años desde el inicio, a fines de 2013, del proceso de desaceleración de la economía, hay un cuasi consenso respecto de sus causas, las que tendrían su origen en las reformas estructurales impulsadas por el gobierno y la caída en el precio del cobre, que puso fin al boom minero. Por cierto, no hay acuerdo en el peso relativo de cada una, pero lo importante es concordar en el diagnóstico general.

La inversión se apronta a caer por tercer año consecutivo, lo que no acontecía desde principio de los 70. Sin duda, el menor precio del cobre ha impactado la inversión en minería, siendo esta la que más se ha contraído, pero también disminuye la inversión en otros sectores el  2014. Para 2015 y 2016, estimaciones preliminares indican que la inversión en otros sectores no compensaría la caída en la inversión minera, y en 2017 podría registrarse otra contracción, dependiendo de la intensidad del ajuste en la construcción. Frente al shock externo que recibía la economía, la política económica no supo atenuarlo. Por el contrario, se generó un segundo shock a la demanda, al introducir gran incertidumbre el proceso de reformas estructurales (tributaria, laboral, educacional, constitucional) impulsado por el gobierno, lo que paralizó la inversión no minera. Pero, los efectos no son sólo de corto plazo, las reformas finalmente aprobadas: tributaria y laboral, son perjudiciales para el ahorro, inversión, productividad y empleo, lo que ha impactado la oferta, reduciendo el crecimiento del Pib de tendencia. El problema de política económica radica en el diseño de las reformas estructurales, al ignorar su efecto sobre la productividad y crecimiento.

La política monetaria podría, en principio, atenuar los efectos de la incertidumbre y confianza sobre la demanda agregada, pero no los efectos de las reformas sobre la oferta y crecimiento de tendencia. No obstante, la evidencia reciente sugiere una limitada capacidad de la política monetaria para suavizar las fluctuaciones del Pib respecto de su potencial en el ciclo actual. En efecto, la tasa de interés real de política ha sido negativa en 2014, 2015 y levemente positiva en 2016, sin una reactivación de la actividad. Por cierto, el argumento del activismo monetario es que se debiera aumentar la dosis, reduciendo la tasa de política más de un punto porcentual. En un contexto de baja de tasas por parte de la FED, esta política sería riesgosa, puesto que la depreciación cambiaria que seguiría aceleraría la inflación, repitiendo la experiencia de 2013 – 2015, cuando la tasa se redujo apresuradamente de 5% a 3%, y la inflación se mantuvo por más de dos años arriba del rango meta.

Con respecto a las perspectivas futuras, el positivo escenario externo de bajas tasas de interés y precio del petróleo que ha enfrentado la economía chilena, se  deterioraría a partir de 2017. Si bien las economías desarrolladas podrían crecer más aceleradamente, en particular EE.UU., las condiciones financieras serán menos favorables al incrementarse las tasas de interés. La FED ha comenzado a subir su tasa de interés de política, y en su proyección de tres alzas para 2017, no considera aún el mayor impulso fiscal que propiciaría el gobierno de Trump, lo que podría llevar a un ajuste más abrupto de la política monetaria.

En el plano local, todo indica que se mantendría la incertidumbre asociada al proceso constituyente y reformas sectoriales como pensiones y educación. La confianza de consumidores y empresarios podría mejorar rápidamente, con el consiguiente efecto reactivador, si el próximo gobierno rediseñará las reformas, poniendo el énfasis en el crecimiento y productividad, no así si estas se profundizaran.

La Tercera. 7 Enero 2017.