El gran botín: $ 42.464.922.151.240

Probablemente y al igual que a mí, le cuesta leer este número. Este es el gasto del gobierno central de Chile y de las municipalidades durante 2015. Esto equivale a un 27,1% del PIB de Chile, la cifra más alta desde 1990 a la fecha. En palabras, son cuarenta y dos billones cuatrocientos sesenta y cuatro mil novecientos veintidós millones ciento cincuenta y un mil doscientos cuarenta pesos. Para tener un orden de magnitud más terrenal, esto equivale a la recaudación de 1.180 Teletones. Y esto no incluye el gasto en los diputados, senadores, Poder Judicial ni las empresas públicas. Esta cantidad de dinero no aparece por arte de magia como intentan hacer creer los populistas. Viene básicamente de la recaudación de los impuestos como, por ejemplo, el IVA, cuando cada chileno compra el pan o la ropa.

Si este dinero fluyera directo a todas las familias chilenas, significaría que cada una recibiría $ 10 millones al año. Si se focalizara en el 80% de menos recursos, $ 12,5 millones por familia, y si se focalizara en el 60%, $ 16,7 millones por familia anualmente. ¿Cómo estarían los chilenos y chilenas si el gasto del gobierno central y municipal llegara a ellos? Hay malas noticias. En 1990, un 78% del gasto corriente se dedicaba a los ciudadanos en bienes, servicios, transferencias y subsidios, y un 22% a los funcionarios del Estado y de las municipalidades, pero esto ha ido evolucionando al revés de cómo debería ser. En 2015, el 71% es para los ciudadanos y el 29% de la torta anual de gasto ya es para los funcionarios. Sólo entre 2006 y 2015 los funcionarios del gobierno central han aumentado de 201.857 a 284.313. Esto, a pesar de la revolución tecnológica, que permite a los ciudadanos hacer sus trámites por internet en sus computadores y teléfonos móviles.

Apoderarse de la gestión de este gran botín por cuatro años es muy valioso. En vez de que les llegue a los ciudadanos comunes y corrientes, se le puede entregar $ 60 millones anuales en una pensión vitalicia a la esposa del presidente del partido político de la coalición o, como dijo un ex ministro, a los familiamigos que exija el senador de la coalición. Cada uno individualmente no se nota dentro del gran botín. Y el problema es que son miles de esos familiamigos los que se llevan parte del botín y que, además, sin disponer de las capacidades para los cargos, lo gestionan de una forma muy ineficiente. Por ejemplo, se puede aumentar el presupuesto para controlar incendios forestales en 400%, pero si quien lo administra es inepto, porque fue nombrado por pituto del partido político, se queman más hectáreas que las que se habrán quemado con el gasto que se hacía antes, pero con personas idóneas. Por eso, en las elecciones presidenciales a muchos de los políticos del Chile de hoy les da lo mismo cuál sea el programa de gobierno. Ellos van a apoyar y sacarse las fotos con el que lidere las encuestas en su coalición. Porque eso permite apoderarse del gran botín. Las ideologías con promesas seductoras y falsas son sólo el método para alcanzarlo.

Si consideramos la deuda financiera neta del gobierno central y la deuda financiera neta de las empresas públicas, a finales de 2008 teníamos como país un ahorro neto de 10,8% del PIB, mientras que a septiembre de 2016 ya tenemos una deuda neta de 9,9% del PIB. La admiración a Chile de ser acreedor neto del resto del mundo se ha esfumado en tan sólo ocho años. De tener ahorro neto, pasamos a tener deuda neta y creciendo. Y esta deuda hay que pagarla todos los años con intereses, lo que disminuye el gasto que puede ser dirigido a las personas en el futuro. Esto seguirá empeorando, debido a déficits fiscales pronosticados para el futuro cercano, porque la mayoría de los políticos aún no se atreven a decir que los derechos no son gratis, sino que alguien los paga y que gastar en una cosa, aunque parezca loable, significa necesariamente gastar menos en otra que quizás es más loable. Y que pagarles la universidad a las “Camilas Vallejos o Boris Jackson” (quienes ganando más de nueve millones mensuales podrían pagar sin problemas toda la deuda que hubiesen contraído), significa necesariamente menos recursos para los niños del Sename o para los jóvenes que ni siquiera pudieron entrar a la universidad o para la pensión básica solidaria, por mencionar sólo tres ejemplos de usos alternativos de recursos de los que no marchan. Los chilenos y chilenas cada vez tienen y tendrán una mochila más grande sobre sus hombros. Pero lo grave es que parte muy importante de ese gasto se va hacia favores políticos, con miles de contrataciones de los familiamigos del gobierno de turno y no para las personas que lo merecen y necesitan, pero que no tienen el pituto político. No es de extrañar, en este contexto, que el sueldo promedio de los empleados públicos supere en 55% al del resto de los chilenos, sin que exista ninguna evidencia de una mayor productividad.

Desde ese punto de vista, la tarea macroeconómica del próximo ministro de Hacienda es bastante obvia. Reducir el crecimiento del gasto público por debajo del crecimiento del PIB, de forma de converger al equilibrio fiscal estructural y efectivo de manera de no seguir endeudando a los chilenos. Pero no es suficiente que la discusión se centre únicamente en el aumento marginal del gasto o las cifras macro. Necesitamos que los próximos ministros de Hacienda tengan la capacidad de gestionar no sólo el cambio incremental de gasto y los grandes números, sino que sean verdaderos gestores y revisen en forma continua el total del gasto ya existente. Eliminar toda la grasa del gasto burocrático y pitutocrático, evaluar la gestión de cada partida de gasto con indicadores de desempeño, de tal forma de permitir aumentar la ayuda a quienes en justicia lo necesitan y merecen. No más gasto para los que gritan más fuerte ni para los grupos organizados que marchan, sino que a las grandes mayorías sin voz. Y eso requiere un Presidente con verdadero liderazgo que lo apoye y vuelva a poner a Chile en la senda de progreso, pero no para que unos pocos se vanaglorien de cifras macroeconómicas que nadie entiende, sino que para que ello repercuta directamente en el bienestar presente y futuro de todos los chilenos y chilenas. YES WE CAN make Chile great again.

La Tercera, 29 Enero 2017.